La salida de los gases quemados en los cilindros no puede ser otra que a través de un conducto que les reste velocidad y temperatura y, a la vez, que los aleje.
El ruido que produce el escape lo originan las ondas sónicas creadas por los gases quemados en la combustión. Inicialmente, estos gases alcanzan velocidades cercanas a la del sonido (según la velocidad de giro del motor), lo que provoca un derroche de decibelios. De aquí surge la necesidad de los sistemas de escape provistos de silenciadores. Pero no todo acaba en implantar silenciadores de forma arbitraria, ya que el motor necesita respirar, y es esta nueva variante la que condiciona que un motor sea más o menos eficaz. En los motores actuales, dependiendo del diseño de los colectores y silenciadores de escape, se obtienen diferencias de potencia de hasta un 10%, lógicamente sin aumentar el consumo ni los índices de contaminación, sino todo lo contrario, disminuyendo el consumo específico y produciendo una emisión de gases menos contaminante.